las personas están repletas de seres imaginarios

Un espacio para descubrir que el polvo debajo de la alfombra también tiene su encanto

sábado, septiembre 09, 2006

PRIMERA ENTREGA
Te siento cerca como el petróleo marchito, como tus ojos pétreos, como tantos saltos a la nada insolente. Porque es maravilloso mirarme al espejo y verte, cuando me levanto y sonreís, cuando te gusta que te acaricie la boca y te narre mi pasado. O mejor el futuro, nada trillado de recuerdos, con tu presencia imborrable, aunque nada sea tan cierto. Porque te reís, y esa risa del alma me cubre el vacío hondo de mi cielo, nada hay acotado ni ilusorio en la despedida de los muertos. Los detalles se agrandan y ese rito del amor, no rutinario ni transparente, ese desearte diario y verte crecer en mí, me transforma en gacela de río y desierto dorado, en todo lo que no te dije pero salió de mi boca y en los sueños que alimentan la esperanza y el absurdo.
Siento que te miro y lo sabés, en tus pupilas y en tu sangre, que vivís con el miedo a cuestas y con el puño cerrado, quizás de mí (o de vos). Porque el amor puede ser tan cruel como el lamento adormecido de los ciervos de la luna. Y no estás hoy para consolar mis lágrimas y mi aliento, para que te grite y te encuentre.
Sin embargo me habitás, en cada suburbio de lo prohibido, en las tazas de café, en los inventos tan reales de mi conciencia. No te despegás del olvido fácil que no culmina, y quizás, si aún me quedaran fuerzas, retazos, dolores pendientes.
No puedo pensarme cuerda.
Cada mutilación de mis labios te pertenece por designación divina y seductora. Quizás esta noche no quieras ver el sol, húmedo entre mis piernas. Quiero recorrerte en un fulgor azul. A veces sos mi brisa. Otras me marea tu aroma, pero no puedo hallarte. No es un laberinto, es un paisaje de cipreses inalcanzable, la perfección que de tan completa es dudosa.
Y hoy te escribo sin saber si estás o si sos, sin reconocerte detrás del vidrio opaco de las apariencias. El amor me desvela del sueño fastuoso y del sufrimiento de los pobres, pero no puedo pertenecerte, quizás porque no lo deseas. Y sigo naciendo mis manos y brota la piel de tu rostro en mis dedos, quiero abarcarte así, universal y pequeño en mis rodillas lastimadas de echarse hacia la vida. Mi cuerpo sangra tu carne y tus uñas sin sal.
Sólo rezás por el auxilio de lo ajeno.

Cual de estos regalos elegirias?




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