SEGUNDA ENTREGA
Soy el recodo que anuncia la llegada del río. La que aúlla el viento fúnebre de las vidas que no sucedieron. Ese árbol que cubre la mañana en la que tengo frío.
Me paro en la cima de los días de otoño y comienza a llover sobre mi frente. Cuántos pájaros habrán volado por sobre mi cabeza desde que nací, y cuántos habrán encontrado su destino. Ya no es de arena el mar.
Quiero gritarte que estoy de vuelta a través de tus ojos. El tiempo pasa, acorralado, fugaz, y desconozco el material de mis recuerdos. Serás ese rostro detrás del espejo, o el que me dibuja la almohada en la nuca en cada noche de soledad.
Me da tanto miedo abrir la ventana y encontrarte agachado, espiándome mientras me peino y canto alguna canción que seguramente no conocés. Tanto temor como no verte, y romper otra vez mi ilusión de las despedidas inexistentes y los vuelos imaginarios.
Y no hay nada que quiera tanto como abrirte mi corazón. Socorrerme del huracán de espanto de esta espera salada y tibia. Descorrer el telón y ver actuar una mujer que teje un antifaz para no ponérselo nunca.
Sé que tengo que correr, o caminar, buscándote. Que esta vez la vida es otra, y yo también. No quiero cargarme a cuestas como un caparazón de dolor inútil.
Ojalá encuentre ese puente que me nombraste un día, que es de sueño pero también es verdad. Y soy yo la que está dispuesta a entregar el sudor del intento, la caricia que talla un rostro de los dos sobre el agua.
Atesoro el sabor de la victoria en cada flor marchita del pasado. ¿Por qué los cuentos más lindos siempre tienen otro final, cada noche, en cada casa?
No voy a retirarme sin haber probado tu boca o ese pedazo de cielo que guardás para mí. Te imagino descansando del olvido, seduciendo palabras para no llorar.
Todavía sos aquel hombre que me regalaba misterios, que me reconocía con las manos y con la piel, que me fugaba cada noche en un barco distinto. Ya no sé si puedo estar tantos segundos sin amar.
Quizás me equivoqué al decirte que el muro de la fortaleza no se derrumba, que en cada pozo hay un tesoro escondido, que soy todo aquello que esperás que sea. Pero hoy puedo mirar esta nena en la mujer que crece desde adentro. Me atrevo a dejar que me descubras, que desabroches cada uno de los botones de seda y de barro, que enciendas la luz para mirarme como soy.
(Y si tanta transparencia te asusta, quedate tranquilo, todavía conservo secretos que yo misma ignoro.)
No te escondas. No ahora que yo salí. No ahora que no jugamos a escapar sino a cubrirnos de noche entera y ver salir el sol entre los cuerpos.
No pienso que la vida sea un milagro, tenés razón. Pero cuento con ese instante de luz en tus ojos dormidos. Dejá que me enamore otra vez de esa facilidad tan tácita para hundirte en el fuego, para abrigarme con espuma de papel.
No tengo miedo de decir que hoy te necesito para ser realmente libre. Enfrento los desafíos con fuerza nueva. No soy invencible, pero llevo conmigo la ventaja de buscar la verdad. Este latir incesante me conmueve. Todos los sonidos se parecen al vacío, a la música del silencio, a la canción que estarás por componer para calmar la muerte.
Hoy estoy de vuelta. Te voy a encontrar. Aunque no existas. Aunque seas otro. Porque siempre que hubo un final, hay un después.
3 Comments:
Qué te puedo decir...sin palabras...Es un deleite leer tus palabras...
Un beso
Ricardo
lau muy bueno tu espaciooo un besote lucio de burzaco
Escribís muy bien Lau, realmente estás para publicar un libro.
Arturo
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