las personas están repletas de seres imaginarios

Un espacio para descubrir que el polvo debajo de la alfombra también tiene su encanto

domingo, diciembre 31, 2006

Nuestra Tierra


Últimamente estoy muy movilizada por una cuestión que muchos podrían llamar "ecológica", pero que yo creo que va más allá de una palabra. Cada año que pasa me duele más el dolor de la tierra, siento que me lastima hondo... Es verdad que todos pertenecemos a una misma trama, y que lo que uno haga le afecta al resto, pero espero que cuando esto sea realmente comprendido por todos nosotros, no sea tarde para sanarnos. Y no hablo desde el pesimismo o desde la soberbia, es el mensaje que quiero dejar este año nuevo (falso, para algunos) desde el corazón.

"El Gran Jefe de Washington ha mandado decir que desea comprar nuestra tierra. El Gran Jefe nos ha asegurado también su amistad y benevolencia. Esto es amable de su parte, pues bien sabemos que él no necesita nuestra amistad. Vamos, sin embargo, a pensar en su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco vendrá con armas y tomará nuestra tierra. El Gran Jefe de Washington puede confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos pueden confiar en el cambio de las estaciones del año. Mi palabra es como las estrellas. Ellas no palidecen.
¿Cómo puedes comprar o vender el cielo y el calor de la Tierra? Tal idea nos es extraña. Si no somos dueños de la pureza del aire o del resplandor del agua, ¿cómo puedes entonces comprarlos? Cada terrón de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada hoja reluciente del pino, cada playa arenosa, cada velo de neblina en la oscura selva, cada claro del bosque y cada insecto que zumba son sagrados en las tradiciones y en la conciencia de mi pueblo. La savia que circula por los árboles lleva consigo los recuerdos del hombre rojo.

El hombre blanco olvida su tierra natal cuando, después de muerto, va a vagar entre las estrellas. Nuestros muertos nunca olvidan esta hermosa Tierra, pues ella es la madre del hombre rojo. Somos parte de la Tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas. El venado, el caballo y la gran águila son hermanos nuestros. Las cumbres rocosas y las campiñas verdeantes, el calor de los potrillos y el del ser humano, todos pertenecen a la misma familia. Por eso cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, exige mucho de nosotros. El Gran Jefe manda decir que va a reservar para nosotros un lugar en el que podamos vivir cómodamente. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso vamos a considerar tu oferta de compra de nuestra tierra. Pero eso no va a ser fácil, porque esta tierra es sagrada para nosotros.
Esta agua brillante que corre por los ríos y arroyos no es sólo agua, sino también la sangre de nuestros antepasados. Si te vendemos la tierra deberás acordarte de que es sagrada y que cada reflejo en el espejo del agua transparente de los lagos cuenta las historias y los recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre. Los ríos son nuestros hermanos. Sacian nuestra sed. Los ríos transportan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si te vendemos nuestra tierra habrás de recordar y de enseñar a tus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también tuyos y tendrás que tratar a los ríos con la misma amabilidad que otorgarías a un hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Para él un lote de terreno es igual a otro, porque es un forastero que llega en el silencio de la noche y arrebata de la tierra todo lo que necesita. La Tierra no es su hermana, sino su enemiga. Y después de conquistarla se marcha. Deja tras de sí las tumbas de sus antepasados y no le importa. Arrebata la tierra de las manos de sus hijos y no le importa. Olvida la sepultura de sus padres y el derecho de sus hijos a la herencia. Trata a su madre, la Tierra, y a su hermano, el Cielo, como cosas que se pueden comprar, saquear, vender como ovejas o quincallería reluciente. Su voracidad arruinará la Tierra, dejando tras de sí sólo desierto.

No hay ni un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco. No hay un lugar en el que se pueda oír el brotar de las hojas en la primavera o el revolotear de las alas de un insecto. Pero tal vez eso se deba a que yo soy un salvaje que no entiende nada. El ruido no sirve más que para insultar a los oídos. ¿ Y qué vida es ésa en la que un hombre ya no puede oír la voz solitaria de un curiango, la conversación de los sapos junto al pantano? Soy un hombre rojo y no entiendo nada. El indio prefiere el suave susurro del viento acariciando la superficie de un lago y el aroma del mismo viento, purificado por una lluvia de mediodía u oliendo a pino.
El aire es muy valioso para el hombre rojo, porque todas las criaturas participan de la misma respiración, los animales, los árboles y el ser humano. Todos participan de la misma respiración. El hombre blanco no parece percibir el aire que respira. Como un moribundo en prolongada agonía, es insensible al aire fétido. Pero si te vendemos nuestra tierra habrás de acordarte de que el aire es precioso para nosotros, que el aire reparte el espíritu con toda la vida que él sustenta. El viento que dio a nuestro bisabuelo su primer soplo de vida recibe también su último suspiro. Y si te vendemos nuestra tierra, deberás mantenerla reservada, hecha un santuario, como un lugar al que el mismo hombre blanco pueda ir para saborear el viento, endulzado con la fragancia de las flores del campo. Así pues, vamos a considerar tu oferta de compra de nuestra tierra. Si decidimos aceptar, lo haré con un condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como si fueran hermanos.

¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se acabasen, el hombre moriría de soledad de espíritu. Porque todo lo que les sucede a los animales, le sucede luego también al hombre. Todo está relacionado entre sí.
Debéis enseñarle a vuestros hijos que la tierra donde pisan simboliza las cenizas de nuestros antepasados. Para que tengan respeto a los padres, cuéntales a tus hijos que la riqueza de la tierra son las vidas de nuestros parientes. Enséñales a tus hijos lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros: que la Tierra es nuestra madre. Todo cuanto hiere a la Tierra, hiere a los hijos e hijas de la Tierra. Si los hombres escupen en el suelo, escupen sobre sí mismos.
Una cosa sabemos: que la Tierra no le pertenece al hombre. Es el hombre el que pertenece a la Tierra. De eso estamos ciertos. Todas las cosas están relacionadas entre sí como la sangre que une a una familia. Todo está relacionado. Lo que hiere a la Tierra, hiere también a los hijos e hijas de la Tierra. No fue el hombre el que tejió la trama de la vida: él es sólo un hilo de la misma. Todo cuanto haga con la trama se lo hará a sí mismo.

Ni el hombre blanco con su Dios, con el que anda y con quien conversa de amigo a amigo, queda al margen del destino común. Podríamos ser hermanos a pesar de todo. Vamos a ver. Estamos ciertos de que el hombre blanco llegará tal vez a descubrir, un día, una cosa: nuestro Dios es el mismo Dios. Quizás puedes pensar que Lo puedes poseer de la misma manera que deseas poseer nuestra tierra. Pero no puedes. Él es el Dios de la Humanidad entera. Él tiene la misma piedad para con el hombre rojo y para con el hombre blanco. Esta Tierra es preciosa para Él. Causar daño a la Tierra es despreciar a su Creador.
Los blancos también han de acabarse un día. Puede que más temprano que todas las demás razas. ¡ Seguid adelante! ¡Ensuciad vuestra cama! ¡Una noche vais a morir ahogados en vuestros propios excrementos! Sin embargo, al desaparecer, brillarán con fulgor, abrasados por la
fuerza de Dios que los trajo a este país y los destinó a dominar esta tierra y al hombre rojo. Este destino es un enigma para nosotros. No conseguimos cómo será cuando los bisontes hayan sido masacrados, los caballos salvajes domesticados, los rincones más apartados del bosque infestados por el olor de mucha gente y las colinas ondulantes cortadas por los hilos que hablan. ¿Dónde ha quedado el bosque denso y cerrado? Se acabó. ¿Dónde estará el águila? Se fue. ¿Qué significa decirle adiós al poni ligero y a la caza? Es el fin de la vida y el comienzo de la supervivencia.
Por encima del todo, apreciamos el derecho que cada uno tiene de vivir conforme desea. Por eso, si el hombre blanco lo consiente, queremos ver garantizadas las reservas que nos prometió. Allí quizás podamos vivir nuestros últimos días conforme deseamos. Después que el último hombre rojo haya partido y su recuerdo no pase de ser la sombra de una nube flotando sobre las praderas, el alma de mi pueblo seguirá viviendo en estos bosques y playas, porque nosotros las hemos amado como un recién nacido ama el palpitar del corazón de su madre. Si te vendemos nuestra tierra, ámala como nosotros la amábamos, protégela como nosotros la protegíamos. Nunca olvides cómo era esta tierra cuándo tomaste posesión de ella. Y con toda tu fuerza, tu poder y con todo tu corazón, consérvala para tus hijos e hijas y ámala como Dios nos ama a todos. Una cosa sabemos: nuestro Dios es el mismo Dios. Esta tierra le es sagrada. Ni siquiera el hombre blanco puede eludir el destino común a todos nosotros."


Seattle, cacique de los indios Duwamish, año 1856

sábado, diciembre 23, 2006

Ruido para una trágica noche


Aplastamiento de las gotas (Julio Cortázar)

Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

viernes, diciembre 15, 2006

Epístolares III - En el cielo las estrellas -

Carta a una estrella que ya murió

(Este post no hubiera sido posible sin Andrés y sus conocimientos tecnológicos. Muchas gracias)

domingo, diciembre 10, 2006

Tía Lau dice: ¡ Arriba nosotros!


Se viene la segunda entrega de los consejos de quien les habla, la srita Tía Lau. Estamos
atravesando la onda encantada de la tormenta, y he visto cómo nos está sacudiendo esta situación galáctica, así que me pareció prudente dejarles algunos consejitos sobre cómo levantar nuestra autoestima baja y calmar la irritabilidad.


1) "Valorar lo que tenemos". ¿Para qué quiero ser un famoso multimillonario? Eso sólo trae
problemas legales con la ex pareja (o ex parejas) para repartir la fortuna o la gran cantidad de
niños adoptados en el matrimonio, decepciones por perder premios, y fans con delirios diversos
que quieren matarnos o violarnos. ¡Aguante el anonimato! Es la mejor protección contra estar
expuestos y que circulen nuestras fotos íntimas cual pólvora por la net.
2) "Reconocer nuestra belleza". Yo recomiendo para este ítem grabarnos un casette o un cd, o para los más tecnológicos, nuestra voz en mp3 o mp4 repitiéndonos lo hermosos que somos. No creo que la idea de Nacha de escribir en el espejo sea mala, pero hoy en día vivimos en en mundo en el que la gente no tiene mucho tiempo para detenerse (y no todos tienen un lápiz labial consigo todo el tiempo), así que esta es una práctica solución portátil. La belleza es algo subjetivo, y que puede construirse. Recuerden sobrinitos que todos somos bellos. Y si alguien lo duda, siempre contamos con la poderosa arma de la belleza interior.
3) "Saber mirar a nuestro alrededor". Sí, me refiero a esquivar la vista de las malas publicidades sobre "prepararse para el verano" que tanto nos desesperan y nos desquician, y por el contrario, prestar atención a la cantidad de gente diversa que hay en el mundo, y como esto nos hace únicos e irrepetibles. Y llegar a la conclusión de que, habiendo tal cantidad de habitantes en este planeta, no todo pasa por nuestro ombligo y no toda la gente busca entristecernos, hacernos enojar, herirnos, molestarnos o está enojada con nosotros. ¡Sí a la individuación y no al individualismo! (Hoy estoy realmente panfletera, sepan disculpar, pero mi candidatura para el 2007 me tiene un poco alterada)
4) "No hacer con los demás lo que no nos gusta que nos hagan". Yo sé que hace mucho calor, que todo se vuelve pegajoso, cuajoso y todos los josos que se les ocurran. Por eso, planteo un pacto
de no agresión al mejor estilo TEG. Como todos estamos más irritables y enojosos, propongo una tregua que consiste en no rompernos las guindas mutuamente. Así nos vamos a tener mucha más paciencia, vamos a tolerarnos y a soportar mejor las altas temperaturas veraniegas que están comenzando a arder. Y si alguien no cumple el pacto, el poderoso Gobi se dispondrá a atacar. Sí, y con un dado más, señores sobrinos. ¡Abróchense los cinturones!


Y para cumplir con el último ítem, ya los voy dejando en paz. Disfruten de estos consejos de la
sabiduría popular del libro de la tía. Y recuerden que pueden conseguir su ejemplar llamando al
0600-tialaubook (8425282665) o mandar un mail a
la_tia_piola_y_argentina@tialau.com. Los amo. Gracias totales.

martes, diciembre 05, 2006

Agua... en gotas


El alma es una abadía de sirenas.
En silencio, claman y lloran su futuro.
Centenares de moscas todavía crujen,
En mí (y en vos).
Y la paz es un refugio ilusorio
que deseo con la fuerza de mi cuerpo desnudo.
Soy mujer como cada día de la semana,
como canto y aroma silvestre,
como fruta dulce y sabrosa.
Espero en vano.
Todos los atardeceres.

sábado, diciembre 02, 2006

Vuelo (escaparse de la soledad)


Tenía la necesidad de releerlo, a veces la poesía inunda y uno no sabe hacia dónde, por qué... ¿Es la soledad un espacio vacío?
Espantapájaros 1 (Oliverio Girondo)

No me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insectisida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡Pero eso sí! –y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Esta fue-y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? ¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. “¡María Luisa! ¡María Luisa!”... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaja forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mejer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿Puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.

Cual de estos regalos elegirias?




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